En el cuarto año nocturno del Colegio Deán Funes se encontraba todo tipo de elemento. Los que por trabajar estudiaban de noche eran apenas la mayoría; muchos eran los desplazados de otras escuelas por motivos tan diversos como “contactos carnales indebidos” (ex-cadetes del Liceo Militar General Paz), “expulsión por asalto a mano armada” (uno que venía de las Escuelas Pías), “desnudarse enfrente de la profesora” (nunca pudimos averiguar de dónde venía este), “asalto en pandilla”, etc.
Finalmente estaban los que se “autoexiliaban” por creerse demasiados viejos, demasiado atletas (se dedicaban a los deportes y a la gimnasia durante el día) o simplemente creían que la iban a pasar más fácil.
En ese año turbulento de 1954, el Flaco Rodríguez ingresó al cuarto año con una ya ganada fama de cuchillero. A poco, como para ratificar su renombre, policías uniformados lo buscaron una noche acusado de haber “causado heridas cortantes en el cuerpo de su oponente”.
Lo volvimos a ver al poco tiempo; con una amplia sonrisa y un dejo de importancia tras el cual apenas si nos respondía con un sí o un no a nuestros interrogatorios.
En el curso, poco se hablaba de política. Sin embargo para entonces el enfrentamiento del gobierno con la Iglesia ya había provocado numerosas manifestaciones de radicales, conservadores e izquierdistas.
Al año siguiente, en el 55, cuando era imposible no estar comprometido, en la clase no se daban las discusiones que eran común en bares, clubes y adonde uno se acercara.
Unos pocos decían intervenir en las pitadas de las 20:35, “hora en que Evita pasó a la inmortalidad”.
Pero llegó Septiembre del 1955; el golpe seguido por el exilio de Perón.
Y regresamos a clase una semana después. Para gran sorpresa de muchos, de repente algunos hacían alarde de sus acciones como comandos civiles revolucionarios.
Hasta uno de ellos, un tal Perpetua, se declaró herido por perdigonada. Un grupo fue a visitarlo al hospital y vino con la noticia de que estaba herido en los glúteos. El disparo accidental de una escopeta sobre la cual estaba sentado.
La mayor sorpresa la causó el cambio sustancial de actitud del Flaco Rodríguez, nuestro cuchillero, ahora era un paladín del golpe; un furioso anti-peronista; contaba a todo el que quisiera escucharlo de sus aventuras en las acciones militares.
Terminado el bachillerato dejé de ver al Flaco Rodríguez.
Pasaron un par de años; estudiaba en un boulin de la Cañada y Colón. Era una facilidad que me daba mi padrino Pablo Bracamonte.
Me solía acompañar a estudiar mi amigo y compañero de ingeniería Payo Gayol. Cuando hacíamos un alto en la lectura, nos poníamos a pelotear en una pared lindera de un tercer piso. En uno de esos recreos la pelota cayó en la terraza vecina que correspondía a una casa habilitada como bar-cabaret.
Al ir a buscarla pasé por el bar en tinieblas para subir por una estrecha escalera hasta la terraza. Al regresar me encontré de frente con una sonrisa. Era del Flaco Rodríguez que me saludaba ostentosamente. Estaba acompañado de una mujer que por su vestido, pinturas y otras artes, pensé pertenecía al elenco estable del cabaret.
El Flaco me saludaba como si fuera dueño de casa; un habitué. En el corto intercambio alcanzó a decirme que en sus tiempos libres estudiaba abogacía.
Y llegó el año 1957 y los votos en blanco ganaron las elecciones; y muchos se dieron cuenta de que más allá de los camiones, había algo más que llevaba a las masas a la Plaza de Mayo, y comenzaron a buscar maneras de manejar a la “negrada”; y llegó Frondizi.
Y entonces, en 1958, lo volví a ver al Flaco. Estábamos en una manifestación convocada clandestinamente por el peronismo. La gente cubría varias cuadras de la General Paz. Fue entonces que apareció un enorme cartel.
Era el dibujo de una gigantesca pera; era decir Perón sin mencionarlo (recordemos que estaba prohibido siquiera mencionar el nombre del "tirano-sangriento" o de su "concubina la Eva”); de inmediato buscamos acercarnos a la pera. Ya cerca pudimos ver que arriba tenía un cartel que decía: “Frondizi con …”.
Era un cartel de la denominada UCRI, el partido de Frondizi, que se adhería así a la manifestación.
Mi sorpresa fue reconocer a quien transportaba la pera; el Flaco Rodríguez.
Cuando me le acerqué con una sonrisa, el ex-comando civil, ex-antiperonista furioso, se puso serio y expresó su solidaridad con el pueblo perseguido.
Poco supe del Flaco en los años siguientes. Mi alejamiento de Córdoba y mi asco por las formas de acción política de la época, no me dejaron seguir la fulgurante carrera política de quien entiendo llegó a ser un destacado dirigente y electo diputado provincial por el peronismo.
De cuchillero a comando civil antiperonista; de antiperonista a frondicista; de frondizista a diputado provincial peronista.
Una carrera que muchos activistas de izquierda del 55 supieron pacientemente recorrer…. y si no hubiera sido por sus aliados del 55 (curas y militares) hasta hubiera sido pacífica.