-"Contame cómo comenzó todo."
Dijo el Concerje.
Juancito bajó la cabeza. Su gorro de papel hacía juego con sus zapatillas champion blancas. Un cordón lo estrangulaba en su cintura sosteniendo unos pantalones ajustados que parecían a punto de rasgarse. La camisa dejaba ver un pecho lampiño y brazos flácidos.
Antes de contestar esbozó una sonrisa. Como recordando algún momento feliz; pero no contestó enseguida.
Yo no tenía porqué estar allí. Ni el Concerje tenía razón para estarlo interrogando. Su función era la de constatar que los documentos del preso que entraba correspondiesen con la persona que ingresaba a la cárcel. Y a Juancito lo habían agarrado en el Cine Mundial, molestando al chico que estaba al lado.
-"Contá cómo empezó todo."
Reiteró el Concerje.
Sin dejar la sonrisa; sardónica? Nostálgica? Juancito levantó la vista y nos contó.
-"Vivimos en los ranchos sobre la Cañada. No lejos de aquí. Con mi Mamá y dos hermanitas. Hace unos años Mamá me mandó al almacén. Yo iba por el borde de la Cañada, por debajo del puente de la Justo.
Cuando llegué al puente ví a un grupo de linyeras que estaban tomando mate. Un par de ellos se me cruzaron. Yo no les tenía miedo; los conocía porque a veces iban al rancho a pedir fósforos o yerba. El más viejo me tomó de los hombros y me miró fijo. Luego me acarició la cara. Jugó con mi pelo y me dió un beso en la mejilla. Nadie nunca había sido tan cariñoso conmigo. Ni mi Mamá. En realidad sólo recibía golpes y patadas. Cuando volví del almacen, todavía estaba el linyera viejo. Los otros se habían ido. Se encontraba tirado panza arriba en su camastro de trapos y papeles. Sonreía y me llamó. Me acerqué y me tomó de la mano, del brazo, de los hombros y me recostó junto a él. Me acariciaba. Me dijo cosas lindas y me hizo de todo.
Después, aunque mi Mamá no me mandara al almacén, yo siempre pasaba por debajo del puente."
L Rodriguez, Julio 2007