jueves, 6 de agosto de 2015

CUENTOS MACABROS


Era un día muy especial. Me hacía cargo de la Secretaría General del IPGH en México. Era el 14 de mayo de 1982. Sin embargo, eran días de luto para cientos de familias argentinas. La desafortunada aventura de la guerra de las Malvinas estaba en su apogeo. El crucero General Belgrano había sido hundido. Cientos de jóvenes conscriptos  muertos.
Fue en tales circunstancias que un amigo mexicano, en un aparte de la reunión, tuvo la desgraciada y macabra idea de contar un "cuento de argentinos":
"...en un velatorio en Buenos Aires, los féretros estaban llenos de agujeros. La razón de dichos agujeros estaba en que los gusanos los hacían para escaparse.
 - ¿Saben por qué se escapaban? Porque en los féretros enterraban a los argentinos muertos en el hundimiento del Belgrano."
Hubo algunas risas, pero sobretodo asombro. Mi reacción fue de rabia e indignación y a viva voz se lo hice saber al sorprendido mexicano. El grupo se disolvió y nunca pude perdonar a ese amigo que me había jugado tamaña mala pasada en un día tan especial.
Pasaron los años. Una trágica explosión de tanques de gas mató a cientos de habitantes de la ciudad de México, en el barrio de San Juanico. Alejandra, nuestra hija menor, de regreso de la escuela, nos reunió para contarnos cuentos sobre "San Juanico":
      "... saben cómo los entierran a los muertos en la explosión? ¡En ceniceros!".  No hubo risas. Se dio un sermón sobre el respeto a los muertos y una orden de no repetir esos cuentos.
Pasaron los años. Siempre en la capital Azteca. En 1985 tuvo lugar el fuerte terremoto del mes de septiembre. Hubo miles de muertos y gran destrucción. De nuevo nuestra hija (mayorcita, más mexicana que nunca) nos reúne para que escuchemos algunos de los cuentos sobre "…las víctimas del terremoto":
   "...se acuerdan de San Juanico? A los muertos de la explosión los enterraban en ceniceros. Ahora, a los muertos del terremoto ¡los entierran en carpetas!".
No nos reímos, pero no dimos sermón. Después de tantos años en México, finalmente  comprendíamos la relación tan especial que los mexicanos tienen con la muerte.
Busqué a mi amigo mexicano. Quería contarle, explicarle...... pero era demasiado tarde: ¡estaban enterrándolo en una carpeta!



Leopoldo Rodríguez, 1995