¡AH... Paris! Por fin en la ciudad luz. Instalados en
el Hotel des Academies, en la rue de la Grand Chaumiere. Tercer piso (sin
ascensor) con ventana a la calle. El cuartito que nos tocó era típico.
Nuestro cuarto en el Hotel des Academies
No se
distinguía en su arreglo de los muchos visitados en nuestra búsqueda del lugar
ideal para establecernos por ocho meses. Una cama doble contra la pared con
respaldo amplio. Mesita de luz pinina. Un placard y la suerte de una cómoda en
miniatura. Un lavatorio como sucedáneo al baño (toilette) que se encontraba
piso de por medio. Un par de copias de pinturas famosas en marcos económicos.
La ventana con cortinas metálicas y una puerta que daba al pasillo estrecho y
oscuro. Además del precio, la ubicación, la higiene y la amplitud de la ventana
nos habían decidido en favor del Hotel des Academies.
¡AH... Paris! Creo que fue el segundo o tercer día de
instalados. Leyendo Le Monde en la Alianza Francesa. En primera página aparecía
una foto de nuestra piecita. Bueno, viendo con cuidado no era nuestra piecita.
Era una pieza como la nuestra, en un hotel como el nuestro, en un barrio como
en el que vivíamos; en Paris. La foto señalaba el respaldo de la cama, la que
al moverse descubrió un escondite propio de las novelas de terror. En la
piecita de la foto, igual a la nuestra, se había cometido un crimen. Una joven
turista había sido asesinada en su primera noche en París. La mucama que
encontró el cadáver juraba que la puerta estaba con llave y las ventanas
cerradas. El estrangulador tenía la llave de la habitación o era conocido e
ingresó al cuarto con la víctima. Así se especulaba al comienzo. Pero alguien
recordó que la policía había concurrido a ese mismo cuarto hacía dos días.
Buscaban a un fugitivo de la justicia. El conserje del hotel informó que la
pieza no se ocupó de inmediato. Se había limpiado y dejado lista para un nuevo
cliente. La turista asesinada fue la primera ocupante después de la primera
visita policial. Durante días el caso se centró en la búsqueda del fugitivo. De
alguna manera se lo consideraba vinculado al asesinato. Fue entonces que al
limpiar la piecita, esta vez con mayor cuidado, se corrió el respaldo de la
cama. Allí se descubrió el escondite. Como todos los edificios de la vieja
ciudad Luz éste había sido renovado en varias oportunidades. En este caso se
había tapado con paneles el lugar que serviría de escondite al asesino. Detrás
de la cama. Allí había permanecido el fugitivo durante la búsqueda frustrada.
Allí había estado durante una noche y el día siguiente, cuando llegó la víctima.
El fugitivo esperó que ésta se durmiera y salió de su escondite. Pero al tener
que empujar la cama, o tal vez al hacer ruido, despertó a la desafortunada. La
turista se encontró así, en medio de la oscuridad, en un lugar desconocido, con
su asesino que la estaba estrangulando.
Registramos
el placard, corrimos el respaldo de la cama y hasta movimos la mini-cómoda.
Golpeamos las paredes buscando paneles flojos. No encontramos escondites.
¡Pero
nuestra piecita era tan parecida!
¡AH... Paris!
Mery. Mayo 1967... el mes del crimen.
Leopoldo Rodríguez, 2001