Los miércoles por la noche sabíamos
que vendría el profe economista que daba clases sobre rudimentos de economía
para profesionales de la ingeniería.
El profe se manejaba bien teniendo
en cuenta la hora de su clase, el tipo de audiencia adulta y el ser un
economista en medio de ingenieros.
Lo malo estuvo cuando se largó a
hacer pronósticos o a opinar sobre el ministro de economía de turno; en este
caso Adalberto Krieger Vasena, durante la dictadura de Onganía (el Onganiato).
A.Krieger
Vasena, siempre al servicio de las dictaduras….
Krieger Vasena era de los que
insistían en que nuestra industria era obsoleta, ineficiente y que exigía
inversiones; éstas debían realizarse en aquellos sectores en que tuviéramos
"ventajas comparativas". En una palabra, buscar inversión extranjera
(vendiendo lo obsoleto); despedir obreros y empleados que sobrarían
(eficiencia) y dedicarnos al campo y a la industria dependiente del campo
(ventajas comparativas).
En mayo de 1969 hizo un viaje a
Córdoba, la Docta, donde un congreso de economistas examinaría los progresos de
la ciudad. A su regreso, a principio de junio, nos habló de una ciudad pujante,
con casi pleno empleo, de industrias trabajando a todo vapor; era una
exaltación de Córdoba en tal forma que a mí, cordobés, me daba calor escuchar
tantos elogios. Para el profe, el ministro Krieger Vasena estaba demostrando cómo
menos pero más eficientes industrias, era la clave para el progreso del país.
Y llegó el 29 de junio de 1969. ¿Se
acuerdan del CORDOBAZO? Gran rebelión obrero-estudiantil en la Docta. El pronóstico y su sobresaliente ministro de
economía se fueron al diablo.
El Cordobazo: enfrentamiento
de obreros y estudiantes con la policía y las Fuerzas Armadas.
Pasaron las vacaciones de julio,
volvimos a clase y todos estaban esperando la hora del "economista" y
sus pronósticos.
Pero el miércoles dio el faltazo;
tuvimos que esperar dos semanas para que
el profe apareciera nuevamente. Lo dejamos entrar en un profundo
silencio; como esperando una explicación.
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Me
imagino que se habrán dado cuenta cómo el extremismo ideológico de unos pocos
pueden destruir el deseo de trabajo y progreso de la mayoría.
Se largó con todo. "La mejor
defensa es un buen ataque"; y él se adhirió cien por ciento a este
consejo. Se olvidó de los números con que nos explicaba de las ganancias que
las empresas obtenían y con ello capitalizaban progresivamente a la ciudad;
ahora era evidente que en una ciudad de "leguleyos" era alto el
riesgo para cualquier inversión.
Nuestro profe, que nos parecía serio
y bien informado en sus anteriores exposiciones, ahora parecía otro extremista
más; otro dramatizador de los eventos en su descripción, sin intentar en ningún
momento buscar las razones de la explosión social ocurrida.
Leopoldo
Rodriguez (diciembre 2009)