jueves, 8 de agosto de 2013

¡AH... PARIS!

¡AH...  Paris! Por fin en la ciudad luz. Instalados en el Hotel des Academies, en la rue de la Grand Chaumiere. Tercer piso (sin ascensor) con ventana a la calle. El cuartito que nos tocó era típico. 

Nuestro cuarto en el Hotel des Academies

No se distinguía en su arreglo de los muchos visitados en nuestra búsqueda del lugar ideal para establecernos por ocho meses. Una cama doble contra la pared con respaldo amplio. Mesita de luz pinina. Un placard y la suerte de una cómoda en miniatura. Un lavatorio como sucedáneo al baño (toilette) que se encontraba piso de por medio. Un par de copias de pinturas famosas en marcos económicos. La ventana con cortinas metálicas y una puerta que daba al pasillo estrecho y oscuro. Además del precio, la ubicación, la higiene y la amplitud de la ventana nos habían decidido en favor del Hotel des Academies.
¡AH...  Paris! Creo que fue el segundo o tercer día de instalados. Leyendo Le Monde en la Alianza Francesa. En primera página aparecía una foto de nuestra piecita. Bueno, viendo con cuidado no era nuestra piecita. Era una pieza como la nuestra, en un hotel como el nuestro, en un barrio como en el que vivíamos; en Paris. La foto señalaba el respaldo de la cama, la que al moverse descubrió un escondite propio de las novelas de terror. En la piecita de la foto, igual a la nuestra, se había cometido un crimen. Una joven turista había sido asesinada en su primera noche en París. La mucama que encontró el cadáver juraba que la puerta estaba con llave y las ventanas cerradas. El estrangulador tenía la llave de la habitación o era conocido e ingresó al cuarto con la víctima. Así se especulaba al comienzo. Pero alguien recordó que la policía había concurrido a ese mismo cuarto hacía dos días. Buscaban a un fugitivo de la justicia. El conserje del hotel informó que la pieza no se ocupó de inmediato. Se había limpiado y dejado lista para un nuevo cliente. La turista asesinada fue la primera ocupante después de la primera visita policial. Durante días el caso se centró en la búsqueda del fugitivo. De alguna manera se lo consideraba vinculado al asesinato. Fue entonces que al limpiar la piecita, esta vez con mayor cuidado, se corrió el respaldo de la cama. Allí se descubrió el escondite. Como todos los edificios de la vieja ciudad Luz éste había sido renovado en varias oportunidades. En este caso se había tapado con paneles el lugar que serviría de escondite al asesino. Detrás de la cama. Allí había permanecido el fugitivo durante la búsqueda frustrada. Allí había estado durante una noche y el día siguiente, cuando llegó la víctima. El fugitivo esperó que ésta se durmiera y salió de su escondite. Pero al tener que empujar la cama, o tal vez al hacer ruido, despertó a la desafortunada. La turista se encontró así, en medio de la oscuridad, en un lugar desconocido, con su asesino que la estaba estrangulando.
Registramos el placard, corrimos el respaldo de la cama y hasta movimos la mini-cómoda. Golpeamos las paredes buscando paneles flojos. No encontramos escondites.
¡Pero nuestra piecita era tan parecida!
¡AH...  Paris!

Mery. Mayo 1967... el mes del crimen.


Leopoldo Rodríguez, 2001